sábado, 13 de abril de 2013

Lo universal está en la punta de la lengua

Querría saber cómo, cuándo y dónde, pero solo me encuentro con el vacío tan fugaz que nos colapsa muy adentrado el día, ese vacío que muda nuestro estado de ánimo a una ciudad a parte, a un extrarradio donde solo existe la luz eléctrica y no el calor.
Me gustaría saber dónde estamos. Si es que somos, quién es y quién es por dejar de ser. Recuerdo un día caluroso dónde todos nos rodeábamos de amistad en la calle del Sol. Pero ese recuerdo ya no existe más allá de mi imaginación.
No sé cuándo podré vaciar todas mis alas de esencias inútiles que se aferran a todo vuelo.
Me convierto en vosotros y me esparzo entre la multitud, quedándome, como siempre, sola, sola por querer estar conmigo misma.
Pero digo: la soledad nos salvará a todos.

1 comentario:

  1. La compañía está sobrevalorada. Disfruto mucho de aquellos placeres que la soledad me ha enseñado.

    Un café leyendo un buen libro, tumbarse en un campo y ver pasar las horas, disfrutar de tu canción favorita, asomarse al balcón y gritar, gritar muy alto...

    Gritar que solo existe el yo, el ego, aquel que es Dios de su propio mundo y único motor de su existencia, aquel que es tu mejor amigo, compañero, aquel que te escucha si tienes algún problema, aquel que nunca te falla, aquel que estuvo a tu lado en los momentos mas difíciles y días mas oscuros y a la vez forma parte de tus mas valorados recuerdos.

    Hoy me he tirado en el sofá tras una de esas asfixiantes y anodinas tardes de domingo, he abierto un tercio de la peor cerveza del supermercado y me dispuse coger un libro de mi malpertrechada mochila de oloroso cuero para una rápida lectura antes de irme a la cama.

    Fue entonces, en la soledad mas absoluta de mi cuarto cuando me di cuenta de que no hay en el mundo mejor compañía que aquella que solo puede ser brindada a uno mismo.

    N.

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