La piel espiándome y descubriendo cada uno de mis ángulos imposibles tan agudos y obtusos al mismo tiempo.
Seré algo contrario al arte me cubriré con tus pestañas dejaré de anochecer en mi pupila.

Noches perpendiculares a tus lunares un millón de estrellas que caían con tristeza de tu pelo.
¡Y tú asegurando que nada real era cierto!
Recogeré mi cordura en una coleta me calzaré con palabras y convertiré toda la realidad en cristal fino.

Despliega la pátina sensible de mi mirada.
La noche sucede en mi interior.
La realidad se distorsiona, se pega a mi subconsciente.
Llueves.

La vida tras las cortinas. Tras mi mirada en un ático. En un ático tú y yo con un montón de brebajes desconocidos en nuestras pupilas. Y es eso. La vida cuando no pasa. Cuando no pasa se despliega bella, inconfundible. Me vestí de palabras, semidesnuda con monosílabos, mientras estiraba mis brazos a las estrellas del humo translúcido de tu nuca.
Tu boca llena de flores, enredaderas que salían de tus palabras, yo regaba el jardín de tu boca, mientras el tiempo, tan fugaz, me hacía cosquillas en el subconsciente.
Y es eso. Soñar con la vida es vivir. Un cúmulo de circunstancias, de miradas que jamás se cruzarán, de amores que jamás conocerás.
Me asustas cuando descoses mi subconsciente como si de un corsé se tratase.
Riegas mis ojos de belleza. Se despliega mi ser hacia la nada.

Me he imaginado a mí misma proyectada en el cielo reflejado en tu pupila. Y no, el tiempo no sucedía.

Pasaban horas y el café se enfriaba y los huesos se encogían y la vida no pasaba. 

Y todo pasa sin mí. Minutos que nunca han pasado.