viernes, 29 de junio de 2012
martes, 26 de junio de 2012
Brillante y resplandeciente cielo
bajo mis pies dormidos.
Tras ventanas se encuentran más ventanas vendando tus ojos.
Suave voz que me marchita.
Recuerdo que no recordaba y, y... la noche cayó tras mi suelo inerte.
Nunca volveremos a bailar un vals.
Y a las doce de la noche
las estrellas bailaron conmigo. Y yo, sin mi, en las estrellas...
Mañana es otro paso hacia la nada.
bajo mis pies dormidos.
Tras ventanas se encuentran más ventanas vendando tus ojos.
Suave voz que me marchita.
Recuerdo que no recordaba y, y... la noche cayó tras mi suelo inerte.
Nunca volveremos a bailar un vals.
Y a las doce de la noche
las estrellas bailaron conmigo. Y yo, sin mi, en las estrellas...
Mañana es otro paso hacia la nada.
¿Quién soy? Soy una pregunta, pero lo fui ayer. Y hoy lo soy.
Me gusta despertarme cuando ya estoy despierta y me gusta soñar cuando se cuelgan las estrellas de mi pelo.
Belleza, en el centro de la tristeza.
Será lo que siempre no será.
La vida un incienso al revés. Cuando más lo quieres.
Horizonte vertical si duermo.
La vida es un continuo cambio por los pasillos de la soledad.
Sol derramando rayos en tu cabeza. Al despertar.
Flores disecadas dentro de mí.
Y lejos, en el horizonte, una sonrisa.
Una sonrisa de cristal en el cielo de noche.
A las seis de la madrugada.
Piano tocando unas manos.
Ayer a las cinco café con poco azúcar y muchas ganas.
Por el día suspiros en la calle.
Todos, caminan.
Y tú.
Y tus ojos siempre parados.
Y me saco imágenes por los ojos y no me duele pensar.
Me duele creer.
Y mañana a las doce me canta el futuro.
Explosión de sentidos.
Los días pasan con belleza cuando no pasan.
Sol derramando rayos en tu cabeza. Al despertar.
Flores disecadas dentro de mí.
Y lejos, en el horizonte, una sonrisa.
Una sonrisa de cristal en el cielo de noche.
A las seis de la madrugada.
Piano tocando unas manos.
Ayer a las cinco café con poco azúcar y muchas ganas.
Por el día suspiros en la calle.
Todos, caminan.
Y tú.
Y tus ojos siempre parados.
Y me saco imágenes por los ojos y no me duele pensar.
Me duele creer.
Y mañana a las doce me canta el futuro.
Explosión de sentidos.
Los días pasan con belleza cuando no pasan.
Nos encuentra el Sol lo marchita y no sé si las gotas son por el agua por tus ojos o por la lluvia que va a llegar. Porque ayer fue hoy otra vez. Y no porque sí. Pensamientos de colores hasta que acaben en tus ojos.
Claqueteteo de zapatos en tus oídos por la calle del pasado.
Y se me cae
mi ser al suelo
luces de colores
te lamen.
Claqueteteo de zapatos en tus oídos por la calle del pasado.
Y se me cae
mi ser al suelo
luces de colores
te lamen.
lunes, 18 de junio de 2012
sábado, 16 de junio de 2012
lunes, 4 de junio de 2012
Todas las noches se asomaba al balcón blanquecino con flores en sus barrotes.
Era lo que nunca fue. Era luces de colores. Del techo del balcón pendían estrellas. El cielo. Estrellado.
Una bóveda de sentimientos formaba canciones en su cabeza. Podíamos leerlas en sus ojos. Notas musicales eran pupilas. Compases eran pestañas. Cuando dormía se imaginaba canciones. Las leía en una imagen onírica de sus propios ojos. Siempre música. Todo el día. Crear. Deshacer. Crear. Romper.
Le gustaba contar lunares de su cuerpo porque siempre se quedaba con un número distinto.
Las melodías reinaban de noche en el balcón, Las flores escuchaban. Ella, la princesa de los compases interminables. Sudaba sentimientos por tanto ejercicio sentimental. El color morado rompía antes de llegar a sus oídos. Ella. Nada. Un sueño. Una realidad inventada por la propia realidad.
Era todo lo que no fue. Era todo lo que el pasado quería ser.
No era nada. Era. Era casualidades interminables consumiéndose.
Su destino: casualidades.
Las estrellas nunca se movían del sitio.
Un día dejó de haber estrellas. Invierno.
Pasó meses sin salir al balcón. Las pupilas no tenían forma musical. Ya no.
Era música rota.
Un día de sol salió al balcón. Las flores, muertas. El cielo, lleno de sol.
Nunca más volvió a soñar con música.
Era lo que nunca fue. Era luces de colores. Del techo del balcón pendían estrellas. El cielo. Estrellado.
Una bóveda de sentimientos formaba canciones en su cabeza. Podíamos leerlas en sus ojos. Notas musicales eran pupilas. Compases eran pestañas. Cuando dormía se imaginaba canciones. Las leía en una imagen onírica de sus propios ojos. Siempre música. Todo el día. Crear. Deshacer. Crear. Romper.
Le gustaba contar lunares de su cuerpo porque siempre se quedaba con un número distinto.
Las melodías reinaban de noche en el balcón, Las flores escuchaban. Ella, la princesa de los compases interminables. Sudaba sentimientos por tanto ejercicio sentimental. El color morado rompía antes de llegar a sus oídos. Ella. Nada. Un sueño. Una realidad inventada por la propia realidad.
Era todo lo que no fue. Era todo lo que el pasado quería ser.
No era nada. Era. Era casualidades interminables consumiéndose.
Su destino: casualidades.
Las estrellas nunca se movían del sitio.
Un día dejó de haber estrellas. Invierno.
Pasó meses sin salir al balcón. Las pupilas no tenían forma musical. Ya no.
Era música rota.
Un día de sol salió al balcón. Las flores, muertas. El cielo, lleno de sol.
Nunca más volvió a soñar con música.
domingo, 3 de junio de 2012
Un velo de oscuridad
a kilómetros de distancia
ahora
nunca
Relojes que se atrasan
cuando parpadeas
Y pianos sufriendo melodías
a las tres de la madrugada
vomitando todas las melodías
que jamás podrán tocar
Y muere para vivir
Y vive solo para vivir
La eternidad es solo un segundo
La vida es el segundo más eterno
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