jueves, 24 de enero de 2013

Uno de los recuerdos de mi infancia es un edificio alto y blanco

Recuerdo ver el borde del cielo apoyada a sus ventanas de puntillas. Recuerdo ver las nubes mezclarse, el día desmayándose de claridad, tocar el cielo con las pupilas.

Había una sala con un columpio rojo enorme que cortaba el aire. Había. Grietas retorcidas en el techo.

A la salida. La puerta dejaba el silencio atrás. Se recogía. 

También recuerdo la armoniosa arquitectura de sus pasillos. 

La claridad celeste de sus ventanas día tras día, sus vistas a la realidad.
La inquietud enorme de una pequeña inocencia preguntándose qué significaba el cielo. Las grietas.
Armonía celeste
caerse
en el borde del cielo
día tras día


Y así fue como empecé a beber de surrealismo, todo por una ventana con vistas a la realidad.


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