viernes, 2 de diciembre de 2011



Elena se despertó de un espantoso sueño a las 5 de la madrugada un 13 de diciembre. Un dolor de labios le recorría la tensa mandíbula. Se incorporó y encendió la luz.
La luz verdosa invadió la oscuridad se sus aposentos. Descalza, Elena se acercó a la ventana para comprobar que todo había sido una pesadilla. La tenue luz de la luna proyectó una bella luminosidad en su rostro al correr las cortinas. Bien, no había nada.
Se volvió lentamente, llevando a rastras su largo y claro camisón de encaje....
Al fondo de la habitación, un espejo le mostraba su bello rostro. Se acercó a adorarlo.
Su cara en el espejo no era la misma de siempre. Había algo que no encajaba. Sus labios...estaban cosidos...¡como si llevase una cremallera! Presa del pánico, Elena quiso chillar, pero no pudo. El dolor se hizo más fuerte, y deseó desmayarse.
Es así como Elena descubrió que la libertad jamás la acompañaría.
"Llevo tanto tiempo con los labios pegados, sin notarlo, y ahora que me los cosen, soy infeliz" Pensó.
Y así es como la falta de libertad se aparece, la falta de libertad siempre estuvo con nosotros.
Cuando nos demos cuenta de que no existe la libertad, esta desaparecerá.




Relato que escribí hoy de vuelta a casa en el bus, pensando en cuando llueve y hace sol.

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