sábado, 12 de diciembre de 2015

He escrito con los ojos el guión de mi película mental. En ella, Barcelona era una fiesta, perros correteando por una calle llena de serpentinas, payasos y bebida. En el cuadro: esa ruta llena de globos y música, tambores, los ojos perdidos buscando la procedencia. Como en masculino femenino, la imagen sería en blanco y negro, con suficiente poco contraste para dar el aura de morticidad, es decir, el aura celestial de las fiestas, principio y fin de algo. La luz tenue se filtraría entre la gente, por ejemplo, entre un bolso y un abrigo, entre un beso de esquimal de forma asimétrica, entre uña y carne, allí la luz sería intrínseca, real. No una simulación. La luz natural se filtraría también entre los tejados las antenas. Alguien escupiría al suelo porque está contento. El rojo en blanco y negro es precioso. Las trompetas dirigirían la tropa de serpentinas, un montón de gente bailaría en la esquina menos insospechada, el sol se está poniendo, la imagen sería algo así como las postales, otra vez la imagen de París, aunque sea Barcelona la que está presente.
Fuera de campo nos encontramos la imagen de un balcón. Nadie sabe si el balcón procede de la fiesta, o es otra calle, otra ciudad o otro mundo. Un hombre se asoma en pijama, coge un cubo y arroja agua por el balcón. Aparecen en la parte superior de la imagen unos rótulos con el título: "La alegría de vivir" 


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