lunes, 22 de julio de 2013

Eras un caramelo de fresa envuelto en tu frágil plástico. No me atrevía a acariciar tu rugosa cubierta. Entramos en la cafetería y tú pediste un café para mí. Yo gritaba muda de amor. Observé nuestras piernas entrelazadas en el espejo.
Entre los azucarillos tus dedos-caramelo rozaron mi piel blanca. Yo temblé un poquito. Noté flores en tus ojos y en tu voz y en tu pelo y todo tú te convertiste en el bosque más bonito del mundo.
Pude contener un trozo de brisa debajo de la piel. Orquestas de grillos y miles de fuegos artificiales unieron nuestras cortezas.
Lástima que al lugar dónde te has ido, no existan los bosques ni los caramelos ni las flores en los ojos. Ni si quiera tú.

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